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cuaderno de religión

Prestigio de la tristeza

Don de lágrimas

Don de lágrimas

Me interesan los místicos. Más aún desde que me di cuenta de que es el único aspecto de la religión que sobrecoge a Bertrand Russell. Al filósofo y matemático le descoloca el hecho de que todos los místicos de las más diversas religiones del mundo, y a lo largo de los siglos, hayan coincidido en los principios básicos para describir el universo.

Por eso me decidí finalmente a leer a Santa Teresa.

Dice la santa que llorar durante la oración es muestra de una merced divina, que ella sólo alcanzó después de decidir ser monja.

Sobre este punto, creo que cabe hacer un paralelismo entre la experiencia mística y la estética, que también arranca lágrimas. También me ha llamado la atención el lenguaje similar empleado para el amor divino y el humano, tema muy manido, pero que he visto renovado ante mis ojos al toparme en el Libro de su vida  con la siguiente frase: “porque en apartándoos un poco de mí, daba con todo en el suelo”, frase que repitió casi literalmente, en una canción de amor del siglo XX, la gallega Luz Casal (“Porque sé que si me dejas, besaré el suelo otra vez”).

Por último, y aunque creo que iré dejando aquí más apuntes sobre el libro de Santa Teresa a medida que lo vaya leyendo, me pregunto si esta autobiografía es el estupendo manjar para psicoanalistas que a mí me parece:

La figura del padre es muy absorbente. La santa declara mayor amor y admiración por el padre que por la madre (esta sería el mal ejemplo como lectora de libros de caballería, frente a los buenos libros del padre; además se habla del padre en numerosas ocasiones en las que la madre se omite). ¿No habrá en la entrega a Dios una sublimación del amor por el padre? ¿No será más realizable la unión con Dios que con el padre? También, y a pesar del tremendo carácter de Santa Teresa, me entra una duda: ¿no se trasluce la meta de toda mujer de ser esposa? Y por lo tanto, ¿existe meta más alta en este contexto que ser esposa de Dios? De esta manera, el tomar los hábitos supondría un movimiento de paradójica pero enorme vanidad (Dios no lo quiera).

El último apunte sobre el tema del padre es que Santa Teresa, a la hora de buscar un mediador celestial, eligiera como el mejor a San José, el padre por antonomasia. Es demasiada coincidencia para tan pocos capítulos.

Devotos de la tristeza

Devotos de la tristeza

La depresión debe afectar de alguna manera a los músculos del cuello, y por eso los tristes andan por ahí cabizbajos... a excepción de los fadistas.

El fadista va con su tristeza erguida. Va con su tristeza bien alta.

Considera que ser triste es un talento, un don divino.

En los años 50 del siglo XX, se reveló al mundo una voz asombrosa. Desde Lisboa, Amalia cantaba:

Foi por vontade de Deus! 
Que eu vivo nesta ansiedade 
Que todos os ais são meus 
Que é toda minha a saudade 
Foi por vontade de Deus...

Tenía Amalia una mandíbula poderosa, capaz de triturar las penas más duras y transformarlas en canto.

Extraña forma de vida, la de los devotos de la tristeza. La de los que consideran que la felicidad no basta, que nesta vida desvairada, ser feliz é coisa pouca. Que la tristeza es la clave, o el peligroso acceso a una forma superior de alegría.

El fadista considera que Dios es triste, que la tristeza apunta hacia Dios. Y entrar a una casa de fado es como ir a misa: hay que guardar el debido silencio.

El fadista sería un elegido, y la voz de Amalia habría sido tocada por Dios.

foi Deus
que me pôs no peito
um rosário de penas
que vou desfiando
e choro a cantar
e pôs as estrelas no céu
e fez o espaço sem fim
deu o luto as andorinhas
ai, e deu-me esta voz a mim

No nos quepa duda.